Investigadores de la Universidad de Toronto y la Universidad
de California en San Francisco descubrieron que el intestino es la fuente de
células inmunes que reducen la inflamación cerebral en personas con esclerosis
múltiple (EM), y que el aumento del número de estas células bloquea la
inflamación completamente en un modelo preclínico de la enfermedad.
Las células en cuestión son células plasmáticas: glóbulos
blancos de la sangre que se originan como células B en la médula ósea pero que
cambian su comportamiento cuando son activadas por microbios en el intestino.
Al estudiar ratones y muestras de pacientes humanos con esclerosis múltiple,
los investigadores encontraron que las células plasmáticas que residen en el
intestino y producen anticuerpos de inmunoglobulina A (IgA) parecen migrar al
sistema nervioso central y producen un efecto antiinflamatorio durante los
brotes de esclerosis múltiple.
La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune,
impulsada por otros tipos de células inmunes (incluidas las células B y T) que
atacan a la mielina, el recubrimiento protector que rodea las fibras nerviosas.
Estudios clínicos recientes han demostrado que los medicamentos dirigidos a las
células B mitigan la EM, mientras que los que atacan las células plasmáticas
empeoran la enfermedad. El presente estudio ofrece una explicación a estos
resultados divergentes.
"Ya sabíamos lo que era y no estaba trabajando, pero
aquí hemos descubierto el mecanismo molecular y celular en juego. Es un tipo de
enfoque de traducción inversa, que resalta la importancia del eje cerebro-tripa
en la EM y otras condiciones autoinmunes". dijo Jen Gommerman, profesora
de inmunología en la Universidad de Toronto y autora principal del estudio. Los
resultados fueron publicados en línea el 3 de enero de 2019 en Cell.
Canadá y los Estados Unidos tienen entre las tasas más altas
de EM en el mundo, con aproximadamente tres de cada mil individuos. Los
síntomas pueden incluir fatiga, mala coordinación, hormigueo y deterioro
cognitivo. Si bien no hay cura, los diagnósticos más rápidos y mejores
medicamentos han mejorado los resultados significativamente en los últimos 15
años.
"Las IgA comprenden el 80% de todos los anticuerpos en
el organismo, sin embargo, su función exacta aún no se comprende completamente",
dijo Sergio Baranzini, coautor del artículo y profesor de neurología en el
Instituto Weill de Neurociencias de la UCSF. "Mostrar que las células B productoras de
IgA pueden viajar desde el intestino al cerebro abre una nueva página en el
libro de enfermedades neuroinflamatorias y podría ser el primer paso hacia la
producción de nuevos tratamientos para modular o detener la esclerosis múltiple
y los trastornos neurológicos relacionados".
Un enfoque terapéutico podría apuntar a ampliar el número de
estas células en el intestino, permitiendo un suministro abundante que podría
moverse al cerebro y amortiguar la inflamación.
"Como médico clínico, es emocionante que nuestros
experimentos que relacionan modelos animales preclínicos con la biología que
vemos en pacientes con EM real, hayan descubierto un mecanismo general de cómo
el sistema inmunológico contrarresta la inflamación", dijo Pröbstel de la
UCSF. "Hasta ahora, nadie ha estudiado realmente estas células plasmáticas
productoras de IgA en el contexto de la enfermedad, pero ahora las estamos
examinando en detalle en pacientes con EM para comenzar a comprender cómo
podemos manipularlas para ayudar a tratar la enfermedad
neuroinflamatoria".
Un siguiente paso clave para los investigadores es averiguar
qué microbios en el intestino promueven la generación de células de plasma IgA
inmunosupresoras. "Si podemos entender a qué reaccionan estas células,
podemos tratar la EM mediante la modulación de nuestros comensales intestinales",
dijo Gommerman, refiriéndose a las bacterias que viven en el intestino sano.
"Eso podría ser más fácil que llevar drogas al cerebro, que es una
estrategia que no siempre ha funcionado en la esclerosis múltiple".
El estudio también plantea preguntas sobre las opciones de
microbioma y estilo de vida. ¿Algunos estilos de vida empujan a algunas
personas hacia un microbioma intestinal que permite que las células plasmáticas
inmunosupresoras florezcan? ¿Son los alimentos específicos propicios para crear
ese ambiente y, de ser así, podría un medicamento o suplemento imitar el
efecto? La genética es solo un factor que afecta la susceptibilidad a la EM; el
estudio actual destaca cómo los factores no genéticos pueden conferir
resistencia a la enfermedad.
Gommerman planea continuar con la ciencia básica detrás de
estas preguntas, trabajando con otros grupos de investigación para llevar los
hallazgos al ámbito clínico. "Hay algo muy crítico acerca de cómo se
conectan el intestino y el cerebro, y estamos empezando a desentrañar los hilos
moleculares detrás de esa observación clínica", dijo. "Es un gran
ejemplo de lo rápido que puede moverse la ciencia".
Referencia:
https://www.cell.com/cell/fulltext/S0092-8674(18)31560-5
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