¿Quién no ha experimentado alguna vez, la conexión entre la alimentación y el estado de ánimo? Todos hemos calmado nuestras ansiedades con comida, el problema es muy distinto cuando esta situación es adictiva.
Todos hemos encontrado algo de placer en una bolsa de
crujientes papas fritas o hemos distraído nuestras tristezas o ansiedades
sorbiendo un cremoso helado de chocolate. Esto es normal, un “antojo ocasional”
de alimentos dulces y/o ricos en grasas todos hemos tenido.
El problema es cuando el vínculo entre determinados
sentimientos negativos y los alimentos, es mucho más profundo.
Estudios recientes sugieren que el solapamiento en los
síntomas de la depresión y la adicción a la comida, puede ser debido a
conexiones bioquímicas profundas que han pasado desapercibidas en gran parte de
los programas de tratamientos hasta ahora.
Atracones de comida y depresión
La coexistencia de los diagnósticos de depresión y los
problemas de apetito compulsivo es impactante. Una investigación llegó a la
conclusión que aproximadamente el 80% de los pacientes con trastornos de
atracones de comida y el 95% de los pacientes con bulimia, cumplieron con los
criterios de al menos otra evaluación del Manual de Diagnóstico de Trastornos
Mentales.
Por ejemplo, hombres y mujeres con sobrepeso son un 25% más
propensos a sufrir un trastorno en el estado de ánimo que el resto de la
población. Y el 30% de los pacientes con trastornos de alimentación, también son
adictos a alguna sustancia (alcohol, psicofármacos, drogas, etc.)
Sorprendentemente, el 75% de las personas con trastornos
alimenticios también sufren de depresión.
En otro estudio del año pasado, los investigadores
confirmaron que los síntomas de depresión conducen a episodios de atracones.
También se halló que los síntomas depresivos (incluyendo la baja autoestima)
son predictores de la ingesta compulsiva, lo que demuestra la relación entre la
depresión y el trastorno de atracón.
Estos resultados sugieren que algunos atracones de comida,
son una forma de regular las emociones, sin embargo, también revelan que hay algo más que la
asociación entre la depresión y la adicción a la comida. Algo más persistente y
fisiológico.
Curiosamente, tanto la depresión y el trastorno de
atracones implican alteraciones en los neurotransmisores (son quienes trasmiten mensajes de una célula cerebral a otra y luego al resto del cuerpo).
Se sabe que los desequilibrios en cualquiera de estos neurotransmisores puede
causar estragos en los circuitos cerebrales y predisponer al individuo a la
angustia, tanto mental como física.
Los niveles normales de serotonina, el neurotransmisor más
estrechamente vinculado a la satisfacción, conduce tanto a la satisfacción
emocional como a una sensación de saciedad después de cada comida.
Por el contrario, los niveles bajos de serotonina puede
llevar a la depresión y a los atracones, sobre todo de alimentos dulces y ricos
en grasas.
De hecho, hace un tiempo en un estudio se halló un gen
asociado con bajos niveles de serotonina en personas depresivas y como estos
individuos eran más propensos a conductas adictivas, como los atracones de
comida, por ejemplo.
La bioquímica de los atracones
Para algunas personas el deseo de comer alimentos comienza
como una manera de hallar un momento de alivio a sus tendencias depresivas y
para llenar el vacío emocional dejado por la falta de serotonina. Sin embargo,
lo que comienza como un intento aparentemente inocente de buscar un momento de
calma, rápidamente da paso a un complejo ciclo adictivo en el cuerpo.
La inundación de endorfinas producto de las grandes
cantidades de alimentos ingeridas, sólo altera temporalmente la neuroquímica
del cerebro, proporcionando breves períodos de alivio en la angustia, pero
estos no son duraderos.
En definitiva, la demanda de ingesta de alimentos para
lograr tales efectos calmantes aumenta con el tiempo y el mecanismo de defensa
falla totalmente, lo que agrava la inestabilidad del estado de ánimo.
Reflexión final
Se necesita más investigación para examinar los mecanismos
precisos por los cuales una deficiencia de serotonina puede afectar al apetito,
el aumento de peso y el estado de animo, además de las causas de toda esta
superposición de factores.
Sin embargo, es evidente que se necesita un enfoque más
integral con respecto a la alimentación y los estados de ánimo. Esto es
esencial para que existan oportunidades reales de éxito en la recuperación de
los individuos. Los tratamientos de cada problema de forma aislada no son suficientes.
Es sólo mediante la evaluación de una manera integral de los aspectos
neuroquímicos y las condiciones psicológicas, que las soluciones sostenibles de
los tratamientos se volverán posibles.