Antes de que la ciencia haya recientemente comenzado a
cambiar la visión sobre los microbios, la mayoría de nosotros los consideraba
como algo desagradable. Después de décadas de tratar de eliminarlos de nuestras
vidas, comenzamos a entender que las comunidades de microbios que existen tanto
en nuestro organismo como fuera de él, son esenciales para la vida. La mayoría
de ellos nos benefician o, al menos, no nos hacen daño.
Esta nueva visión está impulsando descubrimientos y
continuas reevaluaciones en las prácticas de dos facetas sustanciales para la
humanidad: la medicina y la agricultura.
El microbioma humano, especialmente el que vive en el
intestino, no sólo ayuda a mantener a raya a otras bacterias causantes de
enfermedades, sino que también son los encargados de producir muchos compuestos
químicos que necesitamos y que nuestro propio cuerpo no puede producir sin su ayuda. Por ejemplo, el butirato es uno de esos compuestos que, sin un suministro constante, las células que recubren el colon comenzarían
a funcionar mal, lo que podría conducir a la aparición de tumores, síndrome de
intestino permeable, entre otras patologías.
El neurotransmisor serotonina es otro compuesto que es producido
por la microbiota intestinal. Insuficientes niveles de serotonina puede
hacernos sentir ansiedad o depresión.
En el mundo vegetal, los microbios beneficiosos que viven en
y sobre las raíces de las plantas producen hormonas de crecimiento y también estimulan
a la planta a producir sus propios compuestos defensivos. A su vez, las
plantas producen y liberan azúcares y proteínas en sus raíces para alimentar a
estos microbios ¿Por qué? Simplemente porque es mutuamente beneficioso.
Pero al igual que todos los aliados, tanto nosotros como las
plantas, podemos contar con estos socios microbianos sólo mientras los
intereses estén alineados. Cuando nos peleamos con los microbios, a través del
uso indiscriminado de toxinas microbianas como antibióticos o agroquímicos, las
cosas pueden salir mal. Los microbios problemáticos (plagas y patógenos
previamente controlados por sus benignos parientes) pueden proliferar y causar
estragos. A largo plazo, esto socava tanto el fundamento microbiano de las
defensas naturales de nuestros cultivos como nuestro propio sistema
inmunológico.
De hecho, nuestra guerra contra los microbios ha producido
grandes victorias pero también algunas consecuencias imprevistas. Mientras
hemos domesticado muchas enfermedades infecciosas, ahora nos enfrentamos a
superbacterias, microbios causantes de enfermedades que ya no podemos controlar
utilizando antibióticos. La pérdida o alteración del microbioma humano también
ha derivado en algunas enfermedades crónicas que afectan nuestra vida moderna,
incluyendo diabetes tipo 1 y tipo 2, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa,
ciertos tipos de cáncer, esclerosis múltiple, asma y alergias.
Y en agricultura, aunque podemos tener altos rendimientos de
cultivos, muchas veces los agricultores también enfrentan campos más
vulnerables a brotes y resurgimiento de plagas, también a pérdidas globales en
la fertilidad del suelo. Durante las últimas décadas, hemos estado aprendiendo
que en muchos casos estos problemas y sus soluciones están arraigadas en cómo tratamos
a las comunidades microbianas que viven en el suelo.
Necesitamos una estrategia de primera línea diferente si
queremos preservar nuestras escasas opciones y dejar a los antibióticos y
pesticidas para cuando realmente los necesitemos.
Promover los intereses de nuestros aliados microbianos, los
que nos benefician cuando nos asociamos con ellos. Conservar y proteger los
microbiomas es la dirección en la que deben apuntar las nuevas prácticas en
medicina y agricultura.
La protección y, cuando sea posible, la restauración de los
microbios es clave. Podemos proteger el microbioma humano recetando antibióticos sólo cuando sea necesario. Los profesionales médicos deben considerar
el seguimiento con una prescripción adicional de probióticos, cepas
específicas bacterias que, usadas adecuadamente, pueden ayudar a recuperar la
microbiota intestinal benéfica después de una ingesta de antibióticos.
También podemos fomentar el desarrollo de microbioma. Para
los seres humanos es bastante sencillo. Comer una dieta rica en fibra nutre el
microbiota del intestino y es la mejor manera de mantenerlo en buen estado.
Las plantas también pueden beneficiarse de un microbioma
bien alimentado. El uso de cultivos de cobertura y rotaciones de cultivos
diversificados ayuda a construir la materia orgánica en la que prosperan los
microbios beneficiosos para el suelo. Prácticas como estas son muy necesarias
para conservar y proteger los microbiomas que necesitaremos para mantener
nuestros cuerpos saludables y nuestros suelos productivos.
De hecho, la conservación de microbios beneficiosos ofrece
una manera eficaz, y tal vez la única, de mantenerlos de nuestro lado en el
futuro.
Después de todo, hay una razón estratégica muy simple para
mantener legiones de aliados microbianos de nuestro lado: Nos superan en número
de trillones a uno.
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