Todas las personas tenemos un conjunto de habilidades cognitivas implícitas que utilizamos para interactuar en el complejo mundo social que nos rodea, por ejemplo el lenguaje, que lo desarrollamos y lo hacemos cada vez más preciso a lo largo de la infancia. Con la comida ocurre un proceso muy similar, veamos de qué se trata.
Casi todo el mundo tiene una apreciación intuitiva sobre el
hecho de que los hábitos alimenticios generalmente se establecen cuando somos
niños y adolescentes, lo que no está tan apreciado es lo poderoso que estos
fundamentos dietético-cognitivos pueden llegar a ser. Para una persona estos
fundamentos alimenticios pueden estar tan conectados a la mente como nuestra
lengua materna.
Hábitos alimentarios y período crítico
¿Existe alguna evidencia concreta de un período crítico en
el desarrollo de hábitos alimentarios en los niños?
Varios estudios recientes llevados a cabo por investigadores
del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC, siglas en
inglés) fueron publicados en la revista “Pediatrics” (Nº 134) y describe de que manera los alimentos que los niños comen cuando son bebés, ayudan a establecer las
pautas para la alimentación de lo que se verá más adelante.
Estos estudios surgen de una encuesta a gran escala de los
hábitos alimenticios de madres y niños llamado Infant Feeding Practices Study (IFPS).
En particular, los niños recibieron un seguimiento desde su nacimiento hasta
los 6 años de edad.
Algunos de estos estudios son de especial interés y, además,
son consistentes con el hecho de que existe un período crítico en la infancia para
el desarrollo de futuros hábitos alimentarios.
En uno de ellos se examinó el consumo de bebidas azucaradas
(incluyendo refrescos, jugos de frutas, etc.) hasta los 6 años de edad. Los
resultados que se observaron fueron que los niños que habían consumido
frecuentemente bebidas azucaradas durante los primeros 12 meses de vida, a la
edad de 6 años tenían el doble de probabilidades de consumir este tipo de
bebidas a diario. Una de las consecuencias de ello fue que estos niños eran un 45%
más propensos a tener sobrepeso u obesidad.
Si el consumo de alimentos poco saludables puede ser un
patrón establecido en la infancia temprana ¿qué ocurre con los alimentos que sí
son saludables?
Los investigadores encontraron que a los 6 años, el 31,9% de
los niños comía frutas y el 19% consumía verduras al menos una vez al día
(cantidades muy por debajo de las recomendadas). Mirando hacia atrás detectaron
que el patrón de consumo de frutas y verduras se establece entre los 2 y medio
y 3 años. Los niños que consumían frutas y verduras durante ese período al
menos una vez al día, tenían un 60% de mayor probabilidad de conservar ese patrón
de consumo a la edad de 6 años.
Otro factor importante son los estilos de “reglas
alimentarias”, por ejemplo, castigar o premiar
a los niños con alimentos, ya sea privarlo de cierto alimento o
recompensarlo con cierto alimento (cuando decimos “cierto alimento”
generalmente nos estamos refiriendo a alimentos dulces y/o productos ricos en
grasas). Las investigaciones hallaron que tanto el castigo como el premio en
forma de alimento, es probable que se traduzca en problemas de sobrepeso u
obesidad en el futuro. La comprensión de las bases cognitivas de los hábitos
alimenticios de un niño, puede ser un paso importante para ayudar a los padres
a mejorar la dieta de sus hijos.
Para terminar
Los niños desarrollan hábitos alimenticios que reflejan los
entornos nutricionales proporcionados por sus padres u otros cuidadores, los
resultados muestran que estos hábitos se forman durante la infancia, lo que al
igual que otras habilidades cognitivas complejas, varían de acuerdo con el
entorno de aprendizaje. Esto significa que la educación para mejorar la dieta
tiene que comenzar más temprano que tarde, intentar cambiarla después puede ser
mucho más difícil. Seguramente, y hasta
por experiencia personal, muchos de nosotros seamos consientes de ello.