La dieta de los cinco días, que además reduce el riesgo de varias enfermedades


Si bien se sabe que el ayuno durante un tiempo tiene efectos positivos, como ser mejorar el sistema inmunológico, incrementar la función cerebral y ayudar a perder peso, los médicos son muy reacios a recomendarlo debido a los peligros asociados con las dietas extremas. 



La dieta de los cinco días


Ahora, una investigación financiada por el Instituto Nacional del el Envejecimiento (de Estados Unidos), ha desarrollado una dieta que se debe realizar cinco días al mes,  que no es tan dura como el ayuno, y sobre todo, más segura. El estudio fue publicado recientemente por la revista “Cell Metabolism”.
Los participantes la realizaron de manera intermitente durante tres meses y los resultados arrojaron, además de una pérdida de peso media (1,8 kilos al mes, promedialmente), una reducción en los factores de riesgo para una importante cantidad de patologías: diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares y enfermedades asociadas al envejecimiento.
Si bien la cantidad de participantes fue pequeño (19) los resultados han sido tan prometedores que investigadores de la Universidad de Carolina del Sur, que participaron del estudio, están tratando de obtener la aprobación de la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU) para ser recomendada a distintos tipos de pacientes.

Uno de los autores de la investigación, el gerontólogo Valter Longo, describió la idea detrás del ayuno como una forma de “reiniciar” el organismo de una persona mediante la limpieza de células dañadas y la regeneración de nuevas células.


La dieta

La dieta que se desarrolló en esta investigación fue llamada “la dieta que imita el ayuno”, aunque no es tan extrema como el ayuno real. Funciona de la siguiente manera:

Durante los primeros 25 días del mes se debe comer normalmente, luego vienen los 5 días de dieta. El primer día se deben comer 1000 calorías de la siguiente manera:
10% de proteínas, 55% de grasa y 35% de carbohidratos.
Para los siguientes cuatro días se consumen 725 calorías de esta forma: 10% de proteína, 43% de grasa y 47% de carbohidratos.
Las calorías consumidas en estos días son aproximadamente entre 34 y 54% de lo que una persona puede comer en un día normal.


Durante los días de la dieta los participantes consumieron sobre todo gran variedad de verduras, galletas ricas en fibra y té de manzanilla.


Los participantes hicieron esto durante tres ciclos, es decir tres meses, finalizado el tercer ciclo los investigadores evaluaron con distintos exámenes a los participantes. En dichos chequeos se encontraron importantes disminuciones en algunos factores de riesgo y biomarcadores de enfermedades, sin mayores efectos secundarios adversos. Además, según los autores, esta dieta no genera estrés en las personas, como si lo hace el ayuno completo.
  
Para terminar, es bueno saber que antes de que se realizara en humanos, esta dieta se efectuó en ratones de laboratorio, finalizados los tres ciclos, algunos de los cambios hallados en los roedores fueron: pérdida de grasa visceral, mejoras en biomarcadores de cáncer, diabetes y enfermedades cardiovasculares, notorio mejoramiento del sistema inmunológico, retraso en la pérdida de densidad ósea y mejoramiento del rendimiento cognitivo.
Además, algo bastante interesante, finalizada la investigación formal, se decidió seguir con algunos de los ratones los ciclos del tratamiento, y pasado casi un año, ninguno de ellos había recuperado su peso inicial. Es decir, si esta dieta funciona de manera similar en humanos, no tendría el efecto rebote tan habitual en los regímenes de adelgazamiento.


Referencia:
http://www.cell.com/cell-metabolism/abstract/S1550-4131(15)00224-7


El tamaño de una ciudad y la salud de su población


Las personas que viven en grandes ciudades son más propensas a contraer gripe u otras enfermedades infecciosas, pero tienen menos probabilidades de morir de un infarto o ser diagnosticadas de diabetes.




En las últimas décadas, distintas investigaciones han estudiado a las ciudades como entidades vivas, en las que los patrones de actividad cambian cada día y varían dramáticamente dependiendo del tamaño de la misma.
  
Es fácil imaginar que una ciudad no es más que la suma de sus partes. Pero los sociólogos y economistas saben desde hace mucho tiempo que los diversos aspectos de la vida de una ciudad no se escalan linealmente según el tamaño de dicha urbe.
Por ejemplo, los ingresos y la producción económica de una gran metrópoli tiene un crecimiento linealmente mayor que en una ciudad pequeña. Algo similar ocurre con el número de empleos, viviendas o consumo de agua.

Las consecuencias de todo esto se combinan de forma muy significativa con la salud de la población de estos núcleos urbanos. Un estudio realizado por los investigadores Anna E. Thorson, Renaud Lambiotte y Luis Correa examina como las escalas y patrones de salud varían en la medida que la ciudad es más grande o más pequeña.

Para examinar esto, se reunieron datos relacionados con la salud de habitantes de ciudades de Estados Unidos, Brasil y Suecia. Algunos de estos datos fueron: tasas de ataques cardíacos, diagnósticos de diabetes, suicidios, enfermedades de transmisión sexual, accidentes automovilísticos, violencia, enfermedades mentales, entre otros parámetros.

Algunos resultados son muy interesantes. Por ejemplo, la tasa de enfermedades infecciosas, como la meningitis, neumonía o gripe, tienen un crecimiento supralineal  según el tamaño de la ciudad, mientras que la tasa de ataques cardíacos crece sublinealmente. En otras palabras, usted tiene mayor probabilidad de contraer una gripe (u otra enfermedad infecciosa) cuanto más grande sea la ciudad dónde vive, pero menos probabilidades de morir de un ataque al corazón.

Las razones de estas diferencias no son difíciles de adivinar, en las ciudades más grandes las personas suelen tener contacto con un mayor número de personas, por lo tanto, ser más propensas a enfermedades infecciosas. Obviamente, los crímenes violentos también crecen en forma supralineal en las grandes ciudades. En cambio, los habitantes de las grandes ciudades son menos propensos a cometer suicidio, la razón detrás de esto es que las personas que viven en grandes urbes se benefician de mayores redes sociales de apoyo.

Al mismo tiempo, por lo general, las ciudades más grandes tienen hospitales y profesionales más especializados, esto proporciona la capacidad de un mejor tratamiento a víctimas de ciertas patologías, por ejemplo, de ataques cardíacos. 
En cuanto a la diabetes, las grandes ciudades tienen menores tasas, quizás porque estas personas tienden a ser más activas y a tener una alimentación más variada, sin embargo, es en las ciudades pequeñas donde hay un mejor diagnóstico.
Las enfermedades mentales también crecen en forma supralineal en las grandes ciudades y en forma levemente sublineal en las pequeñas.

Según los autores del estudio, es probable que estos datos sean interesantes tanto individualmente como en su conjunto, en este último caso, fundamentalmente para de esa forma proporcionar una nueva herramienta de estudio acerca de la extraordinaria complejidad de la vida urbana moderna.


Referencia: http://arxiv.org/abs/1506.02735


La proteína detrás del asma y sinusitis crónica


Un reciente estudio del Instituto ‘Northwestern Medicine’ de la ciudad de Chicago, sugiere que una proteína llamada oncostatina M (OSM) puede deteriorar la barrera epitelial de las vías respiratorias. 



La proteína detrás del asma y sinusitis crónica


Dicha barrera epitelial es una pared de células que bloquea patógenos, distintos factores ambientales y alérgicos, además se encarga de activar el sistema inmune del cuerpo.
Los resultados finales de la investigación pueden tener suma importancia para pacientes con enfermedades en la mucosa, como el asma alérgica, la esofagitis eosinofílica y la sinusitis crónica.


El asma alérgica es la inflamación y obstrucción de vía aérea, producto de que el individuo respira sustancias alérgicas (polen, ácaros, etc.).
La esofagitis eosinofílica es el resultado de la inflamación del esófago por un tipo de leucocitos sanguíneos llamados eosinófilos.
La sinusitis crónica es la inflamación e hinchazón de los senos paranasales producida por bacterias.


La función de la barrera epitelial es muy importante para mantener a los patógenos fuera de los tejidos. Esta se puede considerar la primera línea de defensa contra elementos que podrían provocar una respuesta inmune, que puede llevar a la inflamación crónica.

Uno de los hallazgos del estudio ha sido que los niveles de OSM fueron mayores en los tejidos nasales de pacientes con sinusitis crónica, en comparación con los individuos sin esta patología.

A continuación, los investigadores estudiaron la proteína en cultivos de células epiteliales bronquiales y nasales. Dichos cultivos se trataron con concentraciones de OSM similares a los observados en la primera prueba, luego se midió la resistencia y permeabilidad de la capa de células. 
Con el aumento de las dosis de OSM se observó una disminución en la resistencia de la capa de células y un incremento en la permeabilidad.

En definitiva, el estudio sugiere que esta proteína puede desempeñar un papel en el mecanismo detrás de la alteración de la barrera epitelial y las condiciones crónicas que resultan de de ella. Sin embargo, los efectos de la proteína oncostatina no son necesariamente permanentes, después del bloqueo de esta, las células epiteliales fueron capaces de recuperar su función de barrera.
  

Para terminar

La proteína oncostatina M (OSM) tiene muchas otras funciones importantes en el cuerpo, por ejemplo, está involucrada en el desarrollo óseo y el metabolismo del hígado. Por tanto, es muy probable que futuras terapias dirigidas a bloquear la OSM sean administradas por inhaladores, para de esa forma proporcionar un tratamiento a nivel local.


Referencia: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0091674915001888


Bacteria estafilococo como disparador de obesidad y diabetes


Cada vez más, la investigación está descubriendo evidencias de que ciertas características del microbioma humano puede ser una causa fundamental en el desencadenante de algunas patologías. Un reciente estudio se suma a esta evidencia, que implica a las bacterias estafilococos como un desencadenante de la obesidad y la diabetes tipo dos.


Bacteria estafilococo, obesidad y diabetes


Cuando hablamos de microbioma, nos estamos refiriendo a los microbios benignos que habitan en nuestro organismo y que cumplen una cantidad muy amplia de funciones esenciales para nuestra salud.


Los estafilococos son un tipo de bacteria, éstos pueden vivir en la superficie de la piel sin causar daño, sobre todo cerca de la boca, nariz, genitales y el ano. Sin embargo, cuando se produce una herida, los estafilococos pueden introducirse en ella y desencadenar una infección.
  

En la investigación, publicada en la revista ‘mBio’, un equipo de microbiólogos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, expuso a un grupo de cobayos de laboratorio a la toxina producida por la bacteria estafilococo (Staphylococcus aureus). Los investigadores encontraron que la exposición prolongada a esta toxina causó en los animales diversas patologías, como por ejemplo, resistencia a la insulina, intolerancia a la glucosa e inflamación (reacción del sistema inmune a cuerpos extraños tales como virus, bacterias, hongos, parásitos, etc.)


Efecto en cadena

Dado que la obesidad es uno de los factores de riesgo de la diabetes, los autores de la investigación apuntan a que el aumento de peso tiene un efecto en cascada, o sea, la obesidad altera el microbioma y hace a la persona (o en este caso a cobayos) más susceptibles a las bacterias estafilococos. Posteriormente, una exposición superior a lo normal de las toxinas producidas por las bacterias, desencadena la diabetes.

Las toxinas producidas por la bacteria estafilococo pueden interrumpir el normal funcionamiento del sistema inmune, lo cual puede producir una sepsis, inflamación  del músculo cardíaco y choque tóxico, todo lo cual puede ser fatal. Pero concretamente en este estudio, se pudo observar que las toxinas del estafilococo también afectan a los adipositos (células grasas).
  
Para comprobar los resultados del estudio, los investigadores midieron la cantidad de bacterias estafilococos y sus toxinas relacionadas en la piel de 4 pacientes con diabetes. Los resultados arrojaron que la cantidad de toxinas en la piel estaba en proporción al desencadenador de la diabetes en los cobayos.
  
Los investigadores ahora están tratando de desarrollar una vacuna y un gel que ataquen específicamente a las toxinas de los estafilococos, ya que creen firmemente que esto podría frenar el desarrollo de la diabetes tipo dos, que sólo en Estados Unidos afecta a casi 30 millones de personas.


Referencia: http://mbio.asm.org/content/6/2/e02554-14


La compleja relación entre la obesidad y la depresión


Si bien la depresión generalmente conduce a la falta de apetito y a la pérdida de peso, también puede estar asociada al aumento del mismo. Esto se ve claramente en las llamadas “depresiones atípicas”, con una serie de síntomas que incluyen la reactividad del estado de ánimo (capacidad de estar animado al menos temporalmente), el aumento del apetito, ganancia significativa de peso y el aumento del sueño.  


obesidad y la depresión



¿Un trastorno depresivo conduce al aumento de peso o el aumento de peso puede conducir a un trastorno depresivo? En este tema, las investigaciones de los últimos años han sido variadas. Uno de los pioneros de los estudios sobre la obesidad, el psiquiatra Albert Stunkard, realizó una investigación en el año 1998 en la que se señaló que no debería sorprender que aquellos que sufren de exceso de peso pudieran sufrir dificultades psicológicas a causa de la discriminación y prejuicios de las que estas personas son a menudo objeto. Sin embargo, el estudio en sí no pudo encontrar características psicológicas o una personalidad distintiva específica en aquellos que eran obesos, que se pudiera distinguir exclusivamente en ellos.
Lo que este estudio sí halló, es que las personas con obesidad que buscaban repetidamente hacer tratamientos para bajar de peso, eran más propensas a sufrir de depresión y/o ansiedad.


Investigaciones más recientes han advertido que los factores claves asociados en la relación obesidad-depresión están estrechamente vinculados al estado socioeconómico de la persona, a su imagen corporal, a la salud física, a la presencia de trastornos alimentarios, a la discriminación y a la gravedad de la obesidad, en particular cuando el índice de masa corporal (IMC) es superior a 40.


La investigación más extensa sobre este tema fue la realizada en 2010 por un grupo de profesores de distintas universidades holandesas, encabezados por la psiquiatra Floriana Luppino. Dicha exploración se llamó “Sobrepeso, obesidad y depresión: revisión sistemática y meta-análisis de estudios longitudinales” y abarcó 15 estudios diferentes, incluyendo a más de 55 mil personas de ambos sexos. Estas investigaciones encontraron amplias evidencias de “asociaciones bidireccionales” entre la obesidad y la depresión. Por ejemplo, las personas obesas tenían un 55% más de riesgo de desarrollar depresión con el tiempo, mientras que las personas con depresión tenían un riesgo del 58% de volverse obesas.
Esta investigación también evidenció que los trastornos depresivos afectan negativamente los resultados de tratamientos para la obesidad, es decir, ante un tratamiento para adelgazar, las personas con depresión tienden a perder menos peso y tienen más dificultades con el mantenimiento a largo plazo del peso perdido.
El hecho de que la depresión provoque un aumento de peso puede estar relacionado a trastornos neuroendocrinos (el aumento de producción de cortisol o la activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal), la adopción de un estilo de vida poco saludable o el consumo de antidepresivos (particularmente paroxetina, mirtazapina y amitriptilina).
Estudios más recientes han agregado a la hormona leptina (producida por el tejido adiposo) como una base biológica común que subyace en el origen tanto de la obesidad como de la depresión.


Conclusión

La relación entre la obesidad y la depresión es compleja. Ambos trastornos son heterogéneos, con patologías superpuestas y los factores más significativos de ambos son por causas genéticas y ambientales. Dada la co-ocurrencia de estas dos condiciones, es evidente que debe existir una mayor investigación para determinar todos los mecanismos implicados, más aún si tenemos en cuenta la considerable carga de ambas patologías en la salud pública. 




Referencia:
http://archpsyc.jamanetwork.com/article.aspx?articleid=210608