Las personas que viven en grandes ciudades son más propensas a contraer gripe u otras enfermedades infecciosas, pero tienen menos probabilidades de morir de un infarto o ser diagnosticadas de diabetes.
En las últimas décadas, distintas investigaciones han
estudiado a las ciudades como entidades vivas, en las que los patrones de
actividad cambian cada día y varían dramáticamente dependiendo del tamaño de la
misma.
Es fácil imaginar que una ciudad no es más que la suma de
sus partes. Pero los sociólogos y economistas saben desde hace mucho tiempo que
los diversos aspectos de la vida de una ciudad no se escalan linealmente según
el tamaño de dicha urbe.
Por ejemplo, los ingresos y la producción económica de una gran
metrópoli tiene un crecimiento linealmente mayor que en una ciudad pequeña.
Algo similar ocurre con el número de empleos, viviendas o consumo de agua.
Las consecuencias de todo esto se combinan de forma muy significativa
con la salud de la población de estos núcleos urbanos. Un estudio realizado por
los investigadores Anna E. Thorson, Renaud Lambiotte y Luis Correa examina como
las escalas y patrones de salud varían en la medida que la ciudad es más grande
o más pequeña.
Para examinar esto, se reunieron datos relacionados con la
salud de habitantes de ciudades de Estados Unidos, Brasil y Suecia. Algunos de
estos datos fueron: tasas de ataques cardíacos, diagnósticos de diabetes,
suicidios, enfermedades de transmisión sexual, accidentes automovilísticos,
violencia, enfermedades mentales, entre otros parámetros.
Algunos resultados son muy interesantes. Por ejemplo, la
tasa de enfermedades infecciosas, como la meningitis, neumonía o gripe, tienen
un crecimiento supralineal según el
tamaño de la ciudad, mientras que la tasa de ataques cardíacos crece
sublinealmente. En otras palabras, usted tiene mayor probabilidad de contraer
una gripe (u otra enfermedad infecciosa) cuanto más grande sea la ciudad dónde
vive, pero menos probabilidades de morir de un ataque al corazón.
Las razones de estas diferencias no son difíciles de
adivinar, en las ciudades más grandes las personas suelen tener contacto con un
mayor número de personas, por lo tanto, ser más propensas a enfermedades
infecciosas. Obviamente, los crímenes violentos también crecen en forma
supralineal en las grandes ciudades. En cambio, los habitantes de las grandes
ciudades son menos propensos a cometer suicidio, la razón detrás de esto es que
las personas que viven en grandes urbes se benefician de mayores redes sociales
de apoyo.
Al mismo tiempo, por lo general, las ciudades más grandes
tienen hospitales y profesionales más especializados, esto proporciona la
capacidad de un mejor tratamiento a víctimas de ciertas patologías, por
ejemplo, de ataques cardíacos.
En cuanto a la diabetes, las grandes ciudades tienen menores
tasas, quizás porque estas personas tienden a ser más activas y a tener una
alimentación más variada, sin embargo, es en las ciudades pequeñas donde hay un
mejor diagnóstico.
Las enfermedades mentales también crecen en forma
supralineal en las grandes ciudades y en forma levemente sublineal en las
pequeñas.
Según los autores del estudio, es probable que estos datos
sean interesantes tanto individualmente como en su conjunto, en este último
caso, fundamentalmente para de esa forma proporcionar una nueva herramienta de
estudio acerca de la extraordinaria complejidad de la vida urbana moderna.
Referencia: http://arxiv.org/abs/1506.02735