Los tres ingredientes más abundantes en la leche materna son la grasa, la lactosa y los oligosacáridos de leche humana, también conocidos científicamente como HMO (por sus siglas en inglés: human milk oligosaccharides).
Está claro que la grasa y la lactosa proporcionan calorías
para la alimentación y crecimiento del cuerpo y del cerebro del bebé, pero los
HMO no son digeribles por los humanos. O sea, uno de los principales
ingredientes de la leche materna humana no puede ser digerido por el bebé. ¿Por
qué la leche materna tiene tanto de algo que un bebé no puede digerir? Esto se
debe a que los HMO no son para la alimentación del bebé, sino que son para
nutrir a la creciente pero escasa flora intestinal del niño.
Los bebés nacen sin flora intestinal, el útero es, en su
mayor parte, un ambiente esterilizado. Pero una vez que el niño nace y abandona
ese hábitat aséptico, se tiene que enfrentar a millones de microbios, gérmenes,
bacterias, etc.
Los primeros meses en la vida de un bebé son un período caótico
en sus intestinos. Especies particulares de bacterias florecen de repente y en
abundancia, y luego, por razones desconocidas, desaparecen. Los científicos han
hecho una infinidad de intentos por descubrir una hoja de ruta de cómo la flora
intestinal de un bebé se desarrolla, pero ha sido inútil. A nuestros ojos, esta
flora parece formarse casi al azar y particularmente para cada niño. Este
proceso aparentemente desorganizado, puede reflejar nuestra pobre comprensión
de las complejas interacciones que se producen entre las diferentes bacterias
en el intento de crear un ecosistema estable desde cero. Pero esta aparente
aleatoriedad no significa que la naturaleza ha dejado este proceso completamente
al azar. Existe una fuerza que sirve de guía, asegurando que el bebé posea una
robusta y estable flora microbiana intestinal. Esta fuerza es la leche materna
y en concreto los HMO, que alimentan a esta comunidad en desarrollo.
Esta flora microbiana del bebé, con sus 25 millones de genes
(nuestro genoma humano tiene unos 20 mil genes) tiene la capacidad de digerir
las estructuras químicas complejas que se encuentran el los HMO y extraer
energía de ellos. Está comprobado que las bacterias que están mejor alimentadas
por los HMO, como las bifidobacterias, son las más propensas a aparecer en mayor cantidad en los intestinos de bebés sanos.
Pero los HMO no sólo alimentan las bacterias beneficiosas
que el bebé necesita durante la lactancia, sino que también ayudan a diseminar
otro tipo de bacterias indispensables: los bacteroides. Estos bacteroides, a su
vez, ayudan a los HMO a preparar al bebé para el consumo de comida sólida. En
muchos sentidos, los HMO sirven como conductor para preparar la transición en
el desarrollo de la microbiota, que se produce con la introducción de alimentos
sólidos.
Los HMO sólo se pueden encontrar en la leche materna humana,
las compañías que fabrican leche para bebés (leche de fórmula) todavía no han
sido capaces de reproducir las estructuras químicas complejas encontradas en
los HMO.
Con esto podemos deducir que los bebés alimentados sólo con
leche de fórmula tienen una composición diferente en su flora intestinal, mucho
más frágil, que los bebés alimentados con leche materna.
Las madres, que trabajan tan duro para encaminar a sus hijos
a tomar las decisiones correctas para tener éxito en un mundo donde tantos
eventos están fuera de su control. Los HMO ilustran, a nivel molecular, cómo una madre encamina también este otro proceso en la vida de su hijo.
Cuando las mamás están amamantando no solo están alimentando,
están cumpliendo una labor aún más grande, porque también están contribuyendo a
la formación y desarrollo de una saludable flora intestinal en su hijo.