Hace ya unos cuantos años, algunos investigadores empezaron a observar que los consumidores habituales de vino eran menos propensos a sufrir ciertas enfermedades, en especial, enfermedades al corazón. ¿Pero era el vino la causa o el efecto?
Un error muy común es que las personas confundan correlación
con causalidad. Si haces A y luego de A, ocurre B, entonces quiere decir
que "A provoca que ocurra B". Pero no en todos los casos lo que causa "B" es "A".
Por ejemplo, cuando el gallo canta sale el sol, por tanto, ¿vamos a creer que
el sol sale porque el gallo canta? por supuesto que no, hay una tercera fuerza
en cuestión que es la rotación de la tierra, la causante real de la salida del
sol.
Sin embargo, la causa y efecto es un concepto a veces
incomprendido, que también puede ser utilizado para legitimar un punto de vista
cuando los hechos ocurren convenientemente y de esa forma adaptarse a
determinadas presunciones, por ejemplo en la política, en el marketing, incluso
en las investigaciones.
Un reciente estudio sobre consumidores de vino ilustra muy
bien el concepto de causa y efecto.
En el transcurso de las últimas décadas algunos
investigadores observaron que los consumidores de vino eran menos proclives a
sufrir ciertos tipos de cáncer, y en particular a padecer menos enfermedades al
corazón. Pero al mismo tiempo, no tuvimos demasiadas explicaciones concretas de
por qué esto era realmente así. Comprensiblemente, los autores de los estudios
comenzaron a buscar entre los distintos componentes del vino, para advertir si
alguno de ellos contenía algo al cual atribuir los observados beneficios en la
salud.
Uno de los resultados de búsqueda entre los diversos
componentes del vino cayó en el resveratrol, un antioxidante que se encuentra
en la piel de las uvas.
En la actualidad, existe cierto consenso en la comunidad científica
de que el
resveratrol no parece ser la solución mágica, que si bien sus efectos sobre la salud son positivos, no son tan extraordinarios como se
pensó en un principio.
¿Causa o efecto?
En una investigación realizada el año pasado, un equipo de
científicos daneses encaró este problema de una manera diferente. ¿Y si en
lugar del vino existía ‘algo más’ que sí era la verdadera causa de una mejor
salud entre las personas que lo consumían?
Para analizar esta posibilidad, los investigadores
examinaron 3,5 millones de tickets de supermercados para observar que más introducían
en sus cestas de compra quienes comúnmente compraban vino.
Los científicos daneses descubrieron que los consumidores
habituales de vino colocaban en sus cestas más frutas, verduras, carnes bajas
en grasa, productos descremados y distintos tipos de té, que el promedio de las
personas. Por el contrario, los bebedores de otras bebidas alcohólicas, como por
ejemplo cerveza, eran más propensos a comprar comidas pre-hechas para
microondas, más productos dulces y más alimentos ricos en grasas saturadas.
Según el estudio danés, los consumidores de vino son propensos
a comer más saludablemente, por consiguiente, una
mejor salud no depende tanto de un producto, sino más bien de la suma de todo
lo que la persona consume.
Un ejemplo similar al del vino lo podemos observar con el
aceite de oliva. Desde hace algunos años hemos venido escuchando que el consumo regular de aceite de oliva logra que las personas vivan más años. Si bien hay algo de
verdad en esto, también hay que tener en cuenta que las personas que generalmente
consumen mayor cantidad de aceite de oliva también son mejores consumidores de
verduras, hortalizas y legumbres.
En general, la gente no puede analizar la calidad de todos
los artículos que se ponen a su disposición o ahondar en quien financió tal
investigación o que grupo de marketing trató de influir en la percepción de los
lectores. En ningún caso una buena salud se debe a un solo producto puntual,
sino que, más bien, es la suma de todo lo que regularmente consumimos lo que verdaderamente nos podrá proporcionar una mejor salud y calidad de vida.