Desde hace tiempo se sabe que el ejercicio físico practicado en forma regular, reduce la incidencia de cáncer. Sin embargo, los mecanismos que subyacen a esta protección aún no se habían dilucidado.
Las personas físicamente activas tienen menos probabilidades
de padecer cáncer. En aquellas que tienen la enfermedad, el ejercicio puede
lograr que la misma avance más lento. Y en aquellos individuos que la han
vencido, el gimnasio puede ser un buen aliado para evitar una recaída.
Sin embargo, el mecanismo de cómo funciona el ejercicio
físico para combatir el cáncer nunca ha sido bien entendido. Una nueva
investigación, publicada en la revista “Cell Metabolism” expresa que la clave
está en los niveles de la interleucina-6.
La interleucina-6 es una citocina (proteínas que actúan como
mensajeros químicos) que al hacer ejercicio físico, se incrementa su
concentración en el plasma sanguíneo.
Investigadores de la Universidad de Copenhague indujeron a ratones
para desarrollar tres tipos de cáncer: una inyección de células melanoma para
inducir cáncer de piel, otra inyección para inducir cáncer de pulmón y una
inyección de un químico llamado dimetilnitrosamina para inducir cáncer de hígado.
Posteriormente los investigadores dividieron a los ratones
en dos grupos. El primer grupo fue puesto en jaulas que poseían ruedas para que
los roedores pudieran correr. El segundo grupo, en cambio, fue puesto en jaulas
que no poseían ruedas.
Cuatro semanas más tarde, de los ratones que tenían acceso a
las ruedas sólo un tercio de los inyectados con dimetilnitrosamina había
desarrollado cáncer de hígado, en cambio, el nivel de incidencia en los ratones
sedentarios fue del 75%. Todos los inducidos a contraer cáncer de piel y pulmón
los contrajeron, pero los que hacían ejercicio tenían tumores notoriamente más
pequeños.
¿Por qué ocurrió esto?
Un análisis posterior mostró que los ratones que corrían en
la rueda tenían más cantidad de dos tipos de células que atacan las células
cancerosas. En concreto, tenían el doble de células T y casi cinco veces más de
células NK.
No conformes con este hallazgo, los investigadores
programaron la detención de producción de células T en algunos roedores, posteriormente
fueron analizados; aquí se encontró que aquellos ratones que realizaban
ejercicios todavía tenían tumores más pequeños que los que no se ejercitaban.
Sin embargo, cuando los investigadores programaron ratones
para detener la producción de células NK, entonces, tanto los que hacían
ejercicios como los que no, tenían tumores de tamaño similar. Por lo tanto,
eran las células NK las que producían el beneficio, no las células T.
Las células NK son un tipo de linfocito de nuestro sistema
inmunológico, su función es la destrucción de células que puedan ser
cancerígenas o que estén infectadas por algún virus.
El ejercicio físico eleva los niveles de interleucina-6 y se
sabe que dicha proteína aumenta la producción y movilización de las células NK.
Como prueba final, los investigadores inyectaron
interleucina-6 en ratones sedentarios, un mes después se encontró que la
reducción en el crecimiento de los tumores en estos ratones era similar a los
de los ratones que corrían en la rueda.
Si bien todavía no se han hecho este tipo de pruebas en
personas, los autores del estudio creen que este mecanismo funciona de forma
similar en seres humanos. No es casual que aquellos individuos que realizan
regularmente ejercicios físicos tengan una menor incidencia de varios tipos de
cáncer. Visto esto, ahora tenemos una razón más para ponernos en movimiento.
Referencia:
http://www.cell.com/cell-metabolism/abstract/S1550-4131(16)30003-1
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