Como profesional, he trabajado con cientos personas que
continuamente están luchando con una dieta crónica. Una de las muchas cosas que
me gusta de mi trabajo es que cada persona viene con su propia historia. Pero
después de haber escuchado cientos, tal vez miles de estas historias, algunos
temas universales comienzan a emerger.
Estos son 5 puntos que mis pacientes me han enseñado acerca de
nuestra obsesión cultural por la pérdida de peso. Mi esperanza es que estas
líneas le hagan reflexionar sobre ese nefasto ciclo de dieta - comer en exceso
– angustia. Porque la lección más importante que he aprendido es que hay una
salida, pero la solución no siempre es la que uno cree que es.
1.) La imagen corporal no tiene absolutamente nada que ver
con el peso
Cuando comencé a trabajar en una clínica que se
especializaba en personas con malos hábitos de alimentación, pensé que iba a
trabajar con una gran cantidad de personas calificadas normalmente como con
"sobrepeso" u "obesas". Pero aprendí que esto estaba bastante alejado de la
realidad y que el rechazo al propio cuerpo no discrimina por tamaño. Recuerdo
que una vez fui a la sala de espera a conocer a una mujer que me había dicho
por teléfono que estaba buscando ayuda porque odiaba su aspecto físico, tanto
que a veces era difícil para ella salir de su casa. Al verla, descubrí a una
mujer que reunía todos los criterios de las normas tradicionales de belleza.
Cuando entró a mi oficina me describió su relación abusiva con la comida y el
auto-odio hacia su físico. Allí me di cuenta de que hay mucha gente que ha
declarado la guerra contra su propio cuerpo, independientemente de su peso y
tamaño corporal.
2.) Cambiar su cuerpo no es la respuesta
Nos han lavado el cerebro para creer que si nuestro cuerpo
se viera de forma en que los “expertos” nos dicen que se supone que tiene que
estar, a continuación vamos a dejar de angustiarnos por nuestra contextura
física. Esto no es verdad. ¿Alguna vez has mirado hacia atrás, en una época que
eras más delgado y pensaste "si estaba tan bien en aquella época, por qué no lo
apreciaba? Si tan sólo pudiera volver a aquel peso, sería feliz".
No, no eras feliz cuando estabas en ese peso y con toda
probabilidad no serás feliz si vuelves a él. Porque, como dice el punto 1, la
imagen corporal no tiene absolutamente nada que ver con el peso.
3.) Hacer dieta no funciona
Incluso si la pérdida de peso hizo mejorar la forma en que
se sintió sobre sí mismo, el problema es que no hay una buena manera de
hacerlo. Aprendí esta lección durante mis años como investigador en casos de
obesidad. Asistí a conferencias en las que oí los resultados de cientos de
resultados de estudios realizados por verdaderos expertos en obesidad, y todo
apuntaba a la misma conclusión: Nadie tiene ni idea de cómo hacer que la gente,
al perder peso, pueda mantenerlo en el largo plazo. Cualquier investigación que
incluía un período de seguimiento significativo, tenía pésimos resultados, prácticamente
todas las personas volvían al peso original. Es por ello que aprendí que las
dietas no funcionan.
4.) Los problemas con la comida no necesariamente
desaparecen cuando se abarcan otros
problemas emocionales
He tenido una gran cantidad de pacientes que han venido a mí
después de años de psicoterapia, a menudo muy buena psicoterapia; tratamientos
en los que estos pacientes han hecho progresos significativos y cambios en
muchas áreas de sus vidas. Pero incluso cuando los problemas de depresión, ansiedad,
o de relaciones mejoran, los temas de alimentación a menudo permanecen. A pesar
del hecho de que comer en exceso es a menudo provocado por problemas
emocionales subyacentes, parece como si la resolución de esos problemas
emocionales no fuera suficiente para liberar a estas personas de su tormentosa
relación con la comida y de su angustiosa relación con sus cuerpos.
5.) La obsesión con la alimentación saludable puede conducir
a desnutrición y al aislamiento social
Por último, voy a describir una forma de actuar bastante
típica en personas que en algún momento tuvieron problemas con la comida. Y es
que viran hacia un comportamiento alimenticio compulsivo y excesivamente
restrictivo, con muchas reglas auto-impuestas sobre comer sólo alimentos que consideran
saludables, hasta el punto de eliminar grupos enteros de alimentos. Generalmente,
estas personas comienzan a basar su autoestima en los hábitos alimenticios. Y
como resultado de esto, sienten gran ansiedad si rompen sus propias reglas dietéticas
y con frecuencia comienzan a tener problemas sociales, académicos o
relacionados con el trabajo.
Alguien que actúa de esta forma puede comenzar a juzgar la manera en que
otros comen, y al mismo tiempo, se sienten moralmente superiores sobre la forma
que ellos mismos se alimentan. Este comportamiento generalmente comienza como
una intención de adoptar hábitos más saludables pero puede convertirse en una conducta
física y psicológicamente perniciosa.
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