Según una investigación realizada en Australia, los malos hábitos alimenticios como ser una dieta alta en azúcar y grasas, obstaculizan la capacidad del cerebro para suprimir la sensación de ganas de comer cuando la persona ya ha ingerido suficientes alimentos.
Un factor clave que ayuda a controlar la cantidad de comida
que ingerimos, es la sensación tanto de hambre como de saciedad, y lo bien que el
cerebro recuerda y procesa esto.
Científicos australianos de la Universidad Macquarie
(Sídney) realizaron una investigación en la cual analizaron a un grupo de
personas que consumían una dieta baja en frutas, verduras y fibras, y alta en
azúcar y grasas saturadas. Dicho grupo era contrastado con otro grupo de control,
de personas que tenían una dieta considerablemente más sana.
Uno de los primeros problemas que mostró el grupo de hábitos
alimenticios poco saludables durante las pruebas, era la poca capacidad para
dejar de ingerir bocadillos cuando ya estaban llenos, en este caso, el afán por
comer era casi igual que cuando tenían hambre.
Se cree que esto ocurre porque una dieta rica en grasas y
azúcares afecta un área del hipotálamo del cerebro, lo que dificulta la
capacidad de bloquear los recuerdos que ya no son útiles. Es decir, en una
situación normal, cuando tenemos hambre los recuerdos de alimentos están a la
vanguardia en la mente, pero se bloquean cuando el cuerpo se siente lleno.
El investigador Tuki Attuquayefio, uno de los autores de la
investigación dijo “A pesar de que estas personas estaban llenas, aún querían
comer, sobre todo comida dulce y rica en grasa, por lo tanto, creemos que este
proceso parece no funcionar muy bien en aquellos que consumen una dieta alta en
este tipo de alimentos.”
Pero lo que aún es más interesante, es que este efecto
estuvo fuertemente relacionado con un pobre desempeño en una tarea previa de
aprendizaje y memoria, lo que sugiere que existe un vínculo entre estos
procesos a través del hipocampo.
Investigaciones anteriores ya habían demostrado que niños de
tan sólo siete años de edad sufrían un deterioro en la memoria debido a una
dieta rica en azúcar y grasas saturadas.
También es sabido que
los adultos de mediana edad con sobrepeso u obesidad tienen mayores niveles de
riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia,
comparadas con personas de peso normal.
Ya en la década del 80 un estudio del Departamento de
Neurología de la
Universidad de Chicago había demostrado que una dieta poco saludable
rica en dulces y grasas saturadas, podía debilitar la función de ciertos
neuroquímicos que ayudan a proteger al cerebro de los agentes nocivos presentes
en el torrente sanguíneo.
Referencia:
https://www.sciencedaily.com/releases/2016/07/160712092401.htm
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