Desde hace siglos siglos, muchas personas creen que el clima
frío y húmedo contribuye al dolor en las articulaciones. De hecho, hay pruebas
de que esta teoría se remonta a Hipócrates,
es decir, desde el año 400
A .C.
Las encuestas y estudios más antiguos encuentran que los
pacientes experimentan un aumento del dolor cuando la temperatura baja y la
humedad aumenta. Incluso se puede encontrar todo tipo de consejos sobre como
prevenir el dolor en las articulaciones en climas fríos.
La teoría es que los cambios en la presión atmosférica (o
sea, el peso del aire) son los culpables. Cuando la presión atmosférica
aumenta, el aire más pesado empuja los tejidos del cuerpo y evita que se
expandan. Pero cuando la presión baja, permite que los tejidos se expandan y
presionen contra las articulaciones. Esta es la misma razón por la que algunas
personas experimentan hinchazón durante un vuelo, la presión del aire más baja
en el avión permite que los tejidos se expandan.
Pero un creciente número de evidencias pone en tela de
juicio esta antigua teoría. Dos nuevos estudios no hallan relación alguna entre
la climatología y el dolor, y una revisión sistemática a partir de 2009 apoya
esa misma conclusión. Echemos un vistazo a ellos individualmente.
Las investigaciones
En el primer estudio, realizado por investigadores australianos,
se examinó de que manera influyen en el dolor de rodilla de pacientes con
artrosis factores como la temperatura, la humedad relativa, la presión
atmosférica y las precipitaciones. Para el estudio, los investigadores pidieron
a 345 personas con artrosis hacer una encuesta en línea sobre su dolor de
rodilla cada 10 días durante tres meses. Los investigadores también pidieron a
los participantes que informaran en cualquier momento que experimentaran un
aumento significativo del dolor que durase más de 8 horas.
Posteriormente, los autores del estudio obtuvieron los datos
meteorológicos del código postal de cada paciente y usaron análisis
estadísticos complejos para comparar los cambios climáticos con la aparición de
dolor. De los 345 participantes, sólo 171 experimentaron un aumento
significativo del dolor durante el estudio. Entre estos pacientes, no se
encontraron asociaciones entre el clima y el dolor en la rodilla.
En el segundo estudio, los investigadores midieron la
asociación entre las precipitaciones, la humedad, la velocidad del viento, y la
presión del aire con el dolor lumbar. Utilizaron datos de pacientes de un gran
estudio longitudinal diseñado originalmente para evaluar al paracetamol como
tratamiento para el dolor de espalda. El estudio utilizó informes de 981
participantes, que registraron sus niveles de dolor en la espalda durante el
transcurso de un mes. Al igual que el primer estudio, los investigadores
recolectaron datos meteorológicos y los compararon con la aparición de dolor en
los participantes.
Al igual que el primer estudio, los investigadores no
encontraron ninguna asociación entre los cambios climáticos y el aumento del
dolor de espalda. Esto resultó ser cierto tanto cuando se mira el clima en un
solo día, como los cambios climáticos en el transcurso de una semana.
Estos nuevos estudios llegaron a la misma conclusión que una
revisión publicada en 2009 dónde se examinó el vínculo entre el estado del
tiempo y el dolor en casos de artritis reumatoide. La revisión incluyó nueve
estudios que examinaron el vínculo entre el dolor y la temperatura, la humedad
relativa y la presión atmosférica. El análisis incorporó observaciones longitudinales
donde los participantes reportaron niveles de dolor diariamente. Cuando los
investigadores recopilaron todas las referencias, no encontraron relación entre
los datos del tiempo y el dolor de la artritis reumatoide.
Los autores de la revisión plantean que los pacientes pueden
prestar más atención a su dolor durante los días lluviosos, o que los días
grises y húmedos pueden causar un estado de ánimo taciturno, lo que hace que los
síntomas del dolor se sientan peor.
Si bien está claro que la gente cree en el vínculo entre el
estado del tiempo y el dolor, los estudios fiables y longitudinales no
encontraron un vínculo significativo entre el dolor y factores climáticos tales como la temperatura, humedad y presión atmosférica.
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