Comer cuando no tenemos hambre, algo muy común en nuestros días, podría ser más perjudicial de lo que se piensa. Veamos por qué.
El hambre es un impulso natural de nuestro cuerpo para
incitarnos a comer cuando el organismo necesita energía. Pero, ¿cuántos de
nosotros sólo comemos cuando tenemos hambre? Hay personas que ya están picando
algo a menos de una hora de haber terminado de comer, y muchas veces estos
alimentos son ricos en azúcar: golosinas, bollería, alimentos procesados, etc.
Según la teoría tradicional, estas calorías adicionales son
malas para nosotros porque son las que podrían llevarnos a ser obesos, o al
menos a tener sobrepeso. Pero ahora hay otra razón para evitar comer cuando no
tienes hambre: podría elevar considerablemente el nivel de glucosa sanguínea postprandial.
Se denomina glucosa postprandial a los niveles de azúcar en
sangre dos horas después de haber ingerido alimentos.
Cada vez que comemos, el cuerpo se enfrenta a una oleada de
grasas, proteínas, carbohidratos (que se convierten en glucosa). En respuesta a
esto, el organismo, con el páncreas a la cabeza, segrega una serie de hormonas
que, entre otras cosas, extraen estos nutrientes del torrente sanguíneo y los
ponen a trabajar en alguna parte del cuerpo o los almacena para un uso
posterior. Bajo circunstancias normales, el azúcar en sangre aumenta después de
cada comida, pero el tamaño de ese aumento es amortiguado por estas
hormonas.
El consumo de azúcar después de comer y su incidencia en la
salud
Si dos personas tienen el mismo nivel promedio de azúcar en
sangre, el que tiene picos de azúcar más altos normalmente experimentará más
problemas de salud. Hasta ahora, se pensaba que los picos de glucosa después de
consumir alimentos dependían, en gran medida, de unos cuantos factores: cuántas
calorías se consumían, el índice glucémico de esas calorías y el metabolismo de
cada organismo. Bueno, ahora tenemos un cuarto factor a considerar.
Según un estudio realizado la Universidad de
Chicago, cuando las personas comen mientras no tienen hambre, experimentan
picos más agudos de azúcar que al comer la misma cantidad de calorías mientras
sí tienen hambre. Aquí hay una imagen que muestra la relación entre el hambre y
los niveles de azúcar en sangre después del consumo:
Los resultados muestran que la glucosa en sangre después de
las comidas es más alta cuando las personas no tienen hambre y son
relativamente más bajas cuando las personas tienen hambre moderada o tienen
mucha hambre. Cuando la gente está muy hambrienta, la glucosa post-prandial no
es más baja, incluso es ligeramente mayor que cuando las personas tienen hambre
moderada. Los resultados son consistentes con la hipótesis de que, desde el
punto de vista de la salud, es beneficioso comer cuando hay hambre moderada.
La buena noticia es que si usted come mientras tiene hambre
moderada, su cuerpo hará un mejor trabajo manejando todos esos nutrientes.
Una lección útil para sacar de esta investigación es que en
la medida de lo posible espere hasta tener hambre para comer. Y si desea comer
algo pese a no tener hambre, sería recomendable algo con un índice glucémico
bajo, como nueces, queso o alguna fruta baja en azúcares (manzana, mandarinas,
duraznos o melocotones, cerezas, arándanos o fresas). Su páncreas se lo
agradecerá.
Referencia:
http://www.journals.uchicago.edu/doi/full/10.1086/684395
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