Según los especialistas, en los países industrializados, “es un verdadero problema de Salud Pública por la alta prevalencia -que además va en aumento- ocasionando altos costos en salud”. Actualmente, estimaciones indican que del 30 al 40% de la población mundial padece alergias. Dentro de este grupo, 300 millones tienen asma, 400 millones rinitis y, entre 200 y 250 millones padecen alergias alimentarias. Para el año 2025 se espera que el número de asmáticos ascienda a 400 millones.
Técnicamente hablando, la alergia es una reacción exagerada del sistema inmune contra determinados agentes (alérgenos) que son inocuos o inofensivos para la mayoría de la gente. Las sustancias que con mayor frecuencia son capaces de provocar esta respuesta anormal son los ácaros del polvo doméstico, pólenes, cucarachas, hongos, epitelio de animales, ciertos alimentos, picaduras de ciertos insectos y hasta algunos medicamentos.
Aquellas personas que las padecen, pueden estornudar al respirar un polen al que están sensibilizados, sufrir un bronco-espasmo si tienen asma o un ataque de urticaria luego de comer alimentos tan comunes como la leche o el huevo. Las enfermedades más frecuentes que tienen una base alérgica son la rinitis, la conjuntivitis, el asma, la alergia alimentaria, la urticaria, y la anafilaxia que es una reacción generalizada que, en ciertos casos, puede poner en peligro la vida del paciente. De allí la importancia de la consulta con los especialistas para obtener un diagnóstico e implementar el tratamiento específico adecuado.
Las complicaciones dependen del tipo de enfermedad alérgica, pero el denominador común de todas ellas es la afectación de la calidad de vida y el incremento de los costos en salud tanto directos como indirectos, que afectan la productividad laboral y escolar debido al incremento del ausentismo.
Factores desencadenantes
Las distintas enfermedades alérgicas se consideran como una epidemia del siglo XXI, entendiendo como epidemia a cualquier patología que ataca a muchas personas en el mismo lugar y al mismo tiempo.
Entre sus causas, es la llamada “teoría de la higiene”, la cual postula que al extremarse medidas de limpieza, se impide que los niños adquieran competencia inmunológica contra bacterias y otros agentes infecciosos durante los primeros años de vida, así se desvía su sistema inmune orientando las defensas contra sustancias inocuas, como las mencionadas anteriormente.
Además, las infecciones respiratorias virales reiteradas, la contaminación ambiental con polutantes, la falta de lactancia materna o la obesidad o el hábito de fumar tanto en forma activa como pasiva constituyen, entre otros, factores que empeoran y suelen predisponer al desarrollo de las alergias.
Sin embargo, el origen de estas afecciones es multifactorial. Aunque existe una predisposición hereditaria, no es suficiente, ya que también se requiere un ambiente propicio para desarrollar alergias. Es decir, hay una compleja interacción entre genética y medio ambiente. Otras formas de esta patología pueden emerger a cualquier edad, en cualquier persona, frente a cualquier alérgeno y en cualquier órgano, siempre y cuando se reúnan ciertas condiciones. Antiguamente, se hablaba de Alergia sólo cuando estaba involucrado un tipo especial de Anticuerpo llamado IgE pero, actualmente, se amplió el espectro de vías que llevan a una reacción alérgica, incluyendo otros componentes inmunológicos.
Prevención, diagnóstico y tratamiento
Según los especialistas, el verdadero modo de tratar las alergias consiste en identificar el alérgeno, prevenir los síntomas cuando sea posible y evitar la progresión de la enfermedad, en lugar de sólo ofrecer medicamentos para suprimir los síntomas.
La detección de la o las causas que desencadenan los síntomas se hace, generalmente, a partir de un exhaustivo interrogatorio, análisis de laboratorio y pruebas cutáneas. Al conocer qué factores las provocan, se puede indicar un tratamiento etiológico con vacunas para alergia (inmunoterapia), la única herramienta capaz de modificar el curso natural de la enfermedad. También existen fármacos efectivos y seguros que controlan la sintomatología y son capaces de revertirlos. Por ejemplo, para el asma y la rinitis están disponibles controladores que se usan de modo preventivo y otros medicamentos aliviadores que se usan ante un incremento de síntomas.
Cuando la causa es evitable, ésa es la primera recomendación que recibe el paciente. Algunas veces se indican medidas de control ambiental para eliminar los ácaros del polvillo, ó evitar algunos alimentos, picaduras de insectos, medicaciones o el hábito de fumar. Varias de estas medidas son sólo efectivas si se mantienen a lo largo del tiempo y eso, a veces, es difícil de cumplir.