Es común leer o escuchar que el hecho de practicar algún ejercicio físico en forma regular nos puede hacer vivir más tiempo, ya que retarda el envejecimiento. Pero, ¿cuál es la explicación para que esto ocurra?
Saber la edad de una célula es complicado, porque su edad
biológica y cronológica raramente coinciden. Es decir, una célula puede ser
relativamente joven en términos del tiempo que ha existido, pero a su vez,
puede funcionar de manera irregular o más lentamente, como una célula longeva.
Es por esto que hoy en día la ciencia ha comenzado a
determinar la edad biológica de las células midiendo la longitud de sus
telómeros.
Los telómeros son una parte de la cadena de ADN
que se encuentra en los extremos de los cromosomas. Se cree que protegen el ADN
del daño durante el proceso de división celular.
Al igual que las células, sus telómeros se achican y
envejecen de forma natural, sin embargo, dicho proceso puede acelerarse debido,
por ejemplo, al tabaquismo, insomnio, obesidad, diabetes, estrés y otros
aspectos de la salud y estilo de vida de la persona. En estos casos, las
células afectadas envejecen prematuramente.
Sin embargo, no hace mucho tiempo que se ha descubierto que
el ejercicio físico puede retardar este acortamiento de los telómeros. En este
sentido, algunas investigaciones recientes han encontrado que las personas que
practican alguna actividad física al menos tres veces a la semana, normalmente
tienen los telómeros más largos que las personas sedentarias de su misma edad.
De igual manera que las personas mayores que con frecuencia caminan o realizan
otro tipo de actividad física, incluso si esta actividad es moderada.
Telómeros e investigación
En este sentido, la investigación más completa que se ha
efectuado fue la realizada por la Universidad de
California, la cual indagó la relación entre la práctica de actividades físicas y el tamaño de los
telómeros en una amplia franja etárea de personas.
Para ello, recurrieron a datos de la Encuesta Nacional
de Salud y Nutrición de Estados Unidos en la cual miles de adultos responden
anualmente a preguntas sobre su salud, abarcando hábitos de ejercicio, además
de realizarles distintos tipos de exámenes incluyendo la extracción de muestras
de sangre (esto serviría para medir la longitud de los telómeros).
Los investigadores reunieron datos de casi 7 mil personas con edades de entre 20 y 84 años, de ambos sexos. Posteriormente los
clasificaron a cada uno con un puntaje en función de lo habitual, el tipo y la
intensidad de su actividad física. Después se midieron los telómeros de cada
individuo.
Y hubo asociaciones claras. Cuanto mayor era el puntaje de
la actividad física, los riesgos de tener telómeros cortos disminuyeron
significativamente. Por ejemplo, una persona que practicaba actividad física de
forma muy moderada tenía un 5% menos de probabilidades de tener los telómeros
del mismo tamaño que alguien que no practicaba ejercicios físicos en absoluto.
El riesgo se fue reduciendo a medida que la persona
practicaba más ejercicios físicos. Por ejemplo, los individuos que reportaron
hacer actividad física moderada 1 o 2 veces por semana tenían un 24% menos de
probabilidades de tener telómeros similares a un individuo sedentario de su
misma edad. En aquellos que reportaron hacer actividad física 3 veces a la
semana las probabilidades bajaban un 29%. Y los que realizaban alguna actividad
física moderada más de tres veces por semana, las probabilidades de tener
telómeros cortos descendía un 60%.
Curiosamente, estas asociaciones fueron más fuertes entre
las personas con edades entre los 40 y 65 años, lo que sugiere que la mediana
edad puede ser un momento clave para evitar que los telómeros se acorten.
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