Investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard han identificado
una correlación entre los altos niveles de estrés en el cerebro y el riesgo de
padecer una enfermedad cardíaca o un accidente cerebrovascular.
La innovadora investigación muestra que las personas con
elevados niveles de actividad en la amígdala (centro del estrés y el miedo del
cerebro) también tienen elevados niveles de inflamación en las arterias, y se
encuentran en un mayor riesgo de eventos cardiovasculares, incluyendo ataques
al corazón o derrames cerebrales. Las enfermedades cardiovasculares son la
principal causa de muerte en todo el mundo.
Para este estudio, los investigadores se basaron en dos
tipos de escaneos: tomografía por emisión de positrones (PET, siglas en inglés)
y la tomografía axial computarizada
(CT).
A pesar de que la amígdala es una región cerebral complicada
por sus muchas funciones, por razones de simplicidad los investigadores la
definen como “el centro del estrés y el miedo del cerebro”.
La inflamación arterial es un componente clave de la
enfermedad aterosclerótica. La acumulación de placa en las paredes arteriales
restringe el flujo sanguíneo en todo el cuerpo y es altamente predictiva del
riesgo para un futuro infarto cardiovascular o accidente cerebrovascular (ACV).
En un comunicado de prensa, el cardiólogo Ahmed Tawakol,
co-autor del estudio, dijo: esta investigación evidencia una relación entre la
activación de las zonas del cerebro asociadas con el estrés y posteriores
episodios vasculares. Existe una necesidad de desarrollar más conocimiento en
cuanto al mecanismo que subyacen al estrés como una patología de riesgo
cardiovascular, sobre todo, dada la prevalencia que el estrés tiene en las
sociedades modernas.
La investigación
El estudio incluyó a 293 pacientes (promedio de edad 55
años) sin enfermedades cardiovasculares conocidas. Estas personas se habían
sometido entre los años 2005 y 2008
a las tomografías PET y CT para un estudio anterior de
prevalencia de cáncer cerebral, no hallándose esta enfermedad en ninguno de los
casos expuestos ahora, también fueron excluidos los individuos con eventos
cardiovasculares anteriores.
Concretamente la actividad de la amígdala fue medida
utilizando una escala llamada TBR (target to background ratio) que evalúa a
fondo dicha área del cerebro.
A partir de una media de seguimiento de 4 años, había 22
personas con 38 episodios de enfermedad cardiovascular. La tasa de eventos
vasculares fue claramente superior en los pacientes de mayor activación de la
amígdala: una relación de 8 a
1.
Por tanto, el resultado de este estudio plantea la cuestión
de si la reducción del estrés (mediante la reducción de la activación de la amígdala)
podría conducir a una menor inflamación aterosclerótica y, en última instancia,
a reducir los eventos cardiovasculares.
Pero lo cierto es que, desde un punto de vista estrictamente
empírico y clínico, se necesitan más estudios prospectivos para responder a
esta interrogante.
Referencia:
http://www.tctmd.com/show.aspx?id=134464
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